13 de agosto de 2009

Podemos tener perro?

Este cuento es uno de los últimos que escribí. Uno de los pocos que pudo superar el horroroso bloqueo.
Hoy hablábamos de La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi. De cómo una caricia a veces cambia todo...
Es para pensarlo.
Mariska Hargitay!


El señor Presidente

-¿Te pasa algo?- preguntó su esposa, de mal humor.
- No, me quedé pensando en lo que dijiste.- mintió.
Ella lo observó por unos segundos, sin terminar de creerle.
- Bueno. Pensálo. Hay que decidirlo antes del lunes.- sin dirigirle otra mirada, salió de su oficina.
“Hay que decidirlo”. Quería decir que él tenía que decidir.
Era tarde, y la intensidad del silencio que lo rodeaba lo asustó. Miró la pila de papeles que había quedado en su escritorio, esperando ser firmada. Dejó la lapicera. Observó la mesa, repleta de carpetas de distintos colores y ninguna foto.
Aflojó el nudo de su corbata. ¿Qué diría su mujer si le proponía adoptar un perro? Seguramente le preguntaría para qué. “Porque me siento solo”. Ésa no era una respuesta aceptable.
Escuchó voces que venían del pasillo. ¿Qué querían ahora?
- Señor, le dije que era tarde, pero insiste en hablar con usted.- la cara paliducha de su secretario se asomó por un instante antes de que el ministro de Economía lo empujara a un lado para entrar en la habitación.
- Buenas noches, señor Presidente.- dijo mientras se acomodaba sin pedir permiso en el sillón frente al escritorio.
- Buenas noches.- saludó, resignado a perder su silencio.
De inmediato, el ministro empezó a hablar, pero él no podía entender lo que decía. Lo veía gesticular con firmeza, evidentemente muy convencido de algo, pero las palabras no tenían sentido en su cabeza.
Era notable como el bigote de ese hombre temblaba cuando éste decía la palabra “suministros”. Al parecer, la mencionaba seguido, porque el bigote bailaba con un ritmo parejo, como si siguiera un estribillo recurrente.
¿Tendría una mascota el ministro de Economía? Parecía un amante de los pájaros. Sí, tal vez una cotorra verde con motas rojas.
- ¿Quedamos así, entonces?- sobresaltado, apartó la vista de la boca del hombre que ahora esperaba su apoyo.
- Voy a pensarlo. Buenas noches, señor ministro.- odiaba que lo presionaran. Lo vio levantarse, ofendido, convirtiendo el “buenasnoches” en un insulto más que un saludo.
Suspiró y se dejó caer contra el respaldo de la silla. El anterior ministro era mucho más amigable. No sabía nada de economía, pero siempre que venía a hablarle se tomaba su tiempo, como si no tuviera otra cosa que hacer. Le sonreía, le preguntaba cómo estaba, si había visto el partido de tenis. Después iba a lo que les interesaba, claro, pero como si fuera sólo un tema más en la conversación. Una charla de amigos, casi. Era patético añorar eso.
La luz casi fosforescente de la habitación le molestaba, pero no era bueno quedarse en la oscuridad. Y ese silencio… tenía ganas de gritar.
Alguien tocó la puerta. ¿Qué más?
El secretario. Esta vez no se quedó en el umbral. Entró y se acercó al escritorio.
- Ya me iba. ¿Necesita algo más, señor?- preguntó con timidez.
Bueno, todavía queda alguien en todo el edificio que respeta el cargo, pensó.
Se inclinó sobre la mesa. La garganta se le cerró, sin saber por qué.
Tragó saliva con fuerza, como si así pudiera disolver el nudo que apretaba desde adentro.
- No, gracias.- contestó finalmente.
- Hasta mañana, entonces.- dijo suavemente, y le sonrió. Sin esperar respuesta, salió.
Se quedó mirando la puerta, como si el chico pudiera volver en cualquier momento. Pensó en llamarlo, pero no supo con qué excusa. Un escalofrío lo recorrió.
El señor Presidente necesita un abrazo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pobre señor presidente. Me hizo necesitar un abrazo a mí también, casi.

Me gustó esta frase: Lo veía gesticular con firmeza, evidentemente muy convencido de algo.

Salud!

Sidonie dijo...

Gracias por comentar.
Todavía tengo algunas dudas con respecto al poema, por eso no lo publiqué. Es que no terminamos de discutirlo. Cuando Lu termine su cuento, podemos hacer un mini taller... antes de las películas, digo.
beso!